En algún sentido, a la luz de una acelerada mutación de la sociedad del espectáculo, subyacen “hilos de viralización” como ramificaciones soterradas. Un espacio amorfo desde donde se filtran los vídeos de Tik Tok fagocitados que engendran noticias que ruedan y ruedan. Y es que el arte no es ajeno a los “integrados”. Umberto Eco lo definió como una legitimación a partir de un lenguaje de códigos asequibles que resultan fáciles de deglutir. Pero sin embargo, en los “hilos viralizados” una dimensión subyace invisible y se alimenta de materia sutil y de estados mentales. En el caso del arte va más allá, trasciende a los medios de comunicación, a veces superando la producción industrializada, el coleccionismo, la jerarquización donde la cierta firma de un artista de renombre patrocinado por el sistema del arte puede causar verdadera conmoción e incremento irracional en la cotización de su obra. Es en el contexto de lo dicho que una obra como la de Graciela Gutiérrez Marx (La Plata, 1942-2023) “El Tendedero” expuesta en la 42 edición de ARCO en Madrid constituyó una experiencia perturbadora. El mensaje de Graciela Gutiérrez Marx, escultora y artista experimental, pionera de la vanguardia latinoamericana, es potente. Una artista que comenzó su labor en los 60 vinculada al arte de acción, al arte postal y a diversos movimientos culturales de anti-arte y fluxus. Graciela desplegó acciones postales complejas, internacionales, afectivas y políticas que requerían de una investigación comprometida y detallada. Promotora de la Asociación Latinoamericana y del Caribe de artistas-correo, fundadora del periódico Hoje-Hoja-Hoy, Gutiérrez Marx fue una resistente voz crítica contra la barbarie. Su obra nos cautivó por la sencillez de su ejecución. Una instalación en contraste con el despliegue visual de otros espacios expositivos. Creada en el marco de la dictadura argentina, la obra nos invitaba a visibilizar “otros procesos”. Una obra que se construyó colaborativamente en el entorno de las desapariciones y torturas a manos de la dictadura argentina(1984). Su propuesta constituye asimismo, una práctica de resistencia, una acto coral, que incorporó en su trama, a todos aquellos que, sin pertenecer a los circuitos del mail-art, necesitaban expresar sus historias de dolor inenarrable. El concepto fue la estructura de un poema colectivo colgante, siguiendo el formato de un tendedero de ropa, como los identificados en los márgenes de la ciudad, en los barrios donde “se lava la ropa a mano”, entre arenales o descampados. Apela a la memoria a partir de la resignificación de los tendales de ropa, como huellas de ausencia, en las casas de aquellos que fueron asesinados. Es asimismo un homenaje de los que quedaron: madres, padres, abuelos y abuelas, hijos, familias rotas.
“Ambientamos un sector de la plaza como si fuera el fondo de una casa humilde, colocando palos y cuerdas que abrieron naturalmente una cartografía orgánica en el espacio, punteado por broches de madera. Lo acompañamos con un cartel-consigna invitando a la gente que pasaba a traer una ropa con historia. Pedimos que la historia fuera escrita y envuelta en nylon, para protegerla de la intemperie y sostenerla junto a la prenda escogida.”
Graciela Gutiérrez Marx
Finalmente, la obra nos lleva a reflexionar sobre cómo un objeto artístico puede, ser en si mismo una crítica audaz, provocadora. Si bien existe una relación entre “arte y medios”, asimétrica. En los medios de comunicación masiva, en la red, la presentación del arte, está condicionada por la forma cómo será percibido por el gran público. Más si se apela a los sentidos, no es suficiente con leer el discurso que acompaña a la obra, es además necesario sentir, contextualizar, emocionarse, rompiendo la capa banal, ordinaria. Y así no sucumbir, a la seducción hueca de un titular llamativo, en vez de ello, abrir una pequeña grieta, donde discurra un flujo de información emocional, de narrativas intersubjetivas, más allá de los relatos oficiales.