Entre 1935 y 1941 Marcel Duchamp ideó un prototipo de museo-catálogo viajero y portátil al que llamó boîte en valise el cual incluía una ampolla de vidrio con cincuenta centímetros del aire de París, una propuesta que ofrecía una experiencia insólita y sublime. Se trataba de una caja ensamblada a modo de maleta (o maletín de viaje) donde se exponían versiones en miniatura de sus obras más significativas en ready-made. La caja transportaba en su interior, además y aunque parezca imposible, reproducciones de sus pinturas y otras creaciones. Como la “Gioconda con bigotes” o “Desnudo bajando una escalera”. Es así como Duchamp, valiéndose de una caja mágica, nos mostró objetos cotidianos fuera de contexto, transformados en arte. Una caja de tesoros desplegable que permitía llevar diminutos objetos a todas partes y que expuso en 1941 en París con 68 miniaturas. Así también otro artista, Marcel Broodthaers presentaría una obra con elementos fuera de contexto en 1968 en Bélgica. Un proyecto de museo ficticio que consistía en una invitación a la reflexión sobre la industria del espectáculo y sobre la idea de la representación, al reivindicar la producción de significados unida a la capacidad subversiva de la poesía. Broodthaers fundó el Musée d’Art Moderne y el Département des Aigles asegurando haber dejado de ser artista para convertirse en el director del museo. Un proyecto que le ocupó cuatro años en los que realizó doce presentaciones temporales en siete ciudades de Bélgica, Alemania y Países Bajos. Con medios artísticos marginales reunió unas quinientas representaciones de águilas en diversos tamaños y soportes. Por otro lado se ocupó de distintos aspectos relacionados con el funcionamiento del museo como la publicidad, la señalética, la documentación institucional (cartelas, invitaciones, rótulos, horarios). Y es que los espacios de pedagogía creativa, pueden surgir al combinar, mutar, sincronizar, jugar con las palabras y los objetos… Se asoman ¡aparecen!. Es posible interactuar con su aparente fugacidad en la experiencia aleatoria, en el azar.
En mi caso, cuando trabajé el proyecto Museo locutorio pensé en la comunicación fuera de contexto, en espacios excepcionales en donde explorar relatos alternativos. Fue así como he ido construyendo mi propio museo objetual. Un lugar en un no-lugar donde explorar, re-visitar. Un punto A y un punto B, como flujos dentro de una cartografía donde los caminos se entrecruzan, interactúan, generan otros vínculos en el espacio para identificar nuevos grupos con identidades periféricas. Como en un locutorio, cuando nos comunicamos desde el anonimato en un contenedor-cabina. Con las ondas de sonido viajan también emociones, pensamientos, recuerdos desde un equipaje asincrónico. Así también a través de una maleta-pedagógica-colaborativa que pueda contener respuestas polivalentes, sensibles a las realidades en crisis. Al reunir un conjunto de materiales que puedan movilizarse, adaptarse a zonas intersticiales con una pedagogía crítica. Con una selección de objetos e imágenes que incorporen los saberes de las personas que participan en su confección desde una mirada intersticial.
Hace unos meses en Madrid, en el marco de un taller en el que asistí en el MNCARS, pude apreciar de forma especial, una de las ediciones de la caja-catálogo-museo portátil de Marcel Duchamp. Fue así como pude observar de cerca la exquisita y cuidada apariencia de tan señalada obra. Lo cual fue para mí y para las quince personas que me acompañaban, toda una invitación sensorial. Ello como parte un nuevo dispositivo de mediación de la biblioteca que busca aproximar al público a una de las formas del arte impreso más difíciles de clasificar desde sus orígenes hasta sus expresiones más contemporáneas. Sin duda una oportunidad de acercarse a raros originales, ejemplares de libros ilegibles realizados con tiradas de dados, máquinas de escribir disfuncionales, postales y cintas de casete intervenidas como las elaboradas por Ulises Carrión que experimentó en la (in) catalogación. En cualquier caso, los recursos pueden adaptarse a las circunstancias y a los materiales para comunicar. Ya sea a través de museos portátiles, maletas pedagógicas, cajas ensambladas, libros de artista con poemas, textos inconclusos, texturas, no-manuales de presentación, apoyo visual y sonoro. Todo lo que nuestra imaginación pueda aportar al proceso creativo para luego incorporar a la comunicación educativa.
(*)Paola Vañó, artista, poeta y gestora cultural. Autora de diversas publicaciones y del ensayo experimental “Museo Locutorio, derivas culturales desde la emergencia”financiado en 2022 gracias a Verkami.